Brian Webster, un norteamericano amante de la naturaleza afincado en Araba

Desde Londres, a principios de los 70, llegó a Vitoria para una sustitución como profesor de inglés. Venía para sólo unos meses, pero se quedó.
Brian Webster nació en Filadelfia en 1948, de padre norteamericano y madre británica. Cuando cumplió 8 años, sus progenitores decidieron volver a Inglaterra, donde se habían conocido. Viajaron a una localidad del suroeste donde su padre encontró trabajo como químico industrial. “Pero mi adaptación no fue fácil. Los niños se metían conmigo por mi acento americano y en la escuela no encontraba mi sitio”, rememora este activo naturalista. Pasó de un colegio moderno y abierto en Estados Unidos a una escuela victoriana, tradicional, donde los chicos y chicas eran separados en el recreo. “No estaba a gusto allí, incluso mi rendimiento académico se vio afectado. Mis padres se dieron cuenta y me cambiaron de colegio. Fui a un nuevo centro, donde los profesores trataban de inculcar una afición, hacíamos ferias de hobbys, y ahí nació mi interés por la ornitología”, explica.
La familia se trasladó al poco tiempo a una casa en el campo, con dos hectáreas de jardín, un lugar “precioso” con distintos ambientes. Recuerda los rosales, los árboles y un invernadero. Allí asegura haber aprendido a amar la soledad, “y encontré la paz”. Ese fue su refugio. Recuerda que pasaba horas escondido en una conífera observando las aves y escuchando sus cánticos.
El relato de Brian continúa en Londres, cuando a los 24 años concluyó la carrera de Filología inglesa. Después de trabajar en una multinacional de chocolates en la capital, una amiga que trabajaba en Vitoria como profesora de inglés le animó a ocupar su lugar. Venía para poco tiempo, pero la vida en Gasteiz le retuvo. Aquí conoció a lsu mujer, de origen escocés, con la que tiene dos hijos. “Vine con la idea de estar un año y al final casi llevo 50”, dice con una amplia sonrisa.
En total, ha cumplido doce años trabajando en la enseñanza. “Hacia el 1974 comenzó el boom del inglés y entonces las empresas comenzaron a ver la importancia de conocer el idioma para reforzar las relaciones comerciales”, explica. Brian trabajó como docente para la Cámara de Comercio y con posterioridad creó una empresa de traducciones, cuya última ubicación estuvo en el Parque Tecnológico de Miñano.
Hace casi 30 años que entró a formar parte del Instituto Alavés de la Naturaleza (IAN), una asociación cultural y científica, de carácter no lucrativo, en la que subraya haber encontrado “gente muy buena y con mucho interés por las aves”. Socio de esta organización, ha sido también su presidente durante siete años, como agradecimiento a la aportación personal que le ofreció el colectivo de botánicos, ornitólogos y zoólogos. Junto a ellos, ha llevado a cabo un amplio programa de actividades, entre las que se incluye la elaboración de una guía de aves urbanas de la ciudad de Vitoria. Brian es también un socio activo de la “Asociación de Amigos del Jardín Botánico de Santa Catalina”, de la que fue vicepresidente, y en la que realiza actualmente diferentes actividades.
Ahora, este amante de la naturaleza, está inmerso en su trabajo como voluntario en el colectivo “Ciencia ciudadana”, del Ayuntamiento de Vitoria, que organiza Ataria. Participa en diferentes programas de conservación, relacionados con las mariposas, aves urbanas, libélulas, suelo y orquídeas. “Disponemos de parcelas donde hacemos censos, cuyos datos subimos a una plataforma”, explica. El trabajo es tutorizado por un responsable que guía a los voluntarios y controla la calidad de las observaciones. Ahora, junto a 11 personas del colectivo que estudia las orquídeas, presenta una exposición fotográfica que recorre los centros BIZAN del Ayuntamiento de Vitoria. Su incesante actividad le lleva también a colaborar con el hospital psiquiátrico, a través de charlas y salidas por la naturaleza, así como con algunas asociaciones de apoyo a diferentes colectivos.
Vive en armonía con la naturaleza. “Mi trabajo es abrir los ojos a nuevas experiencias y hacia una paz interior que viene cuando escuchamos los sonidos de la naturaleza”, manifiesta este naturalista.