Begoña de Apraiz, primera mujer matriculada en la Escuela de Asistentes Sociales de Vitoria

Begoña de Apraiz, primera mujer matriculada en la Escuela de Asistentes Sociales de Vitoria

Begoña de Apraiz Landeta nació en 1930, en Bilbao, en el seno de una influyente familia.  Su padre fue Ángel de Apraiz y Buesa, catedrático de Historia del Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid, y de Literatura y Artes en las universidades de Barcelona y Salamanca. Fue además compañero y amigo de Miguel de Unamuno, en su etapa como rector de la Universidad de Salamanca.

Ángel de Apraiz era un hombre muy influyente en la cultura. Su propuesta en la Filarmónica de Bilbao, el 5 de enero de 1918, en la que abogó por la creación de una universidad vasca, fue clave para la fundación de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, de la que fue secretario general. También impulsó el I Congreso de Estudios Vascos, que se celebró en Oñate ese mismo año.

En 1919 pidió el traslado de su cátedra a Barcelona, donde vivían sus hermanos Odón, Ricardo y Emilio, y allí participó activamente en las sociedades de prehistoria, etnología y antropología catalanas. Aunque no perteneció a ningún partido político, con la Guerra Civil, en 1936, se vió obligado a exiliarse.

Begoña no olvida aquel abril del 37. Con seis años tuvo que salir de Espala, junto a su madre y su hermano Javier. Recuerda que en Santurce, se embarcaron en el Habana, un trasatlántico que protagonizó el éxodo de muchos niños vascos, y que a ellos les llevó hasta Francia, para reencontrarse con su padre. Tras un período de tres meses en Burdeos, la familia se trasladó a Bidart. Fue en esta localidad costera donde tuvo su primer contacto con la escuela. “Yo recuerdo mi vida en Bidart con mucho cariño, era un sitio muy bonito, donde fui muy feliz y pude aprender mi segundo idioma”. Allí, su padre, un hombre viajado que en vísperas de la Primera Guerra Mundial en 1914 ya había recorrido Europa y América, “ejerció de catedrático en el exilio, escribiendo artículos y dando conferencias”.

Begoña de Apraiz, junto con su padre y su hermano, en Bidart

En septiembre del 39 volvieron a España. La familia se instaló en la vivienda de la abuela, en la plaza de la Virgen Blanca. “Mi padre fue rehabilitado en 1941 tras muchos trámites y regresó a la Universidad de Salamanca”. Después Ángel de Apraiz pidió el traslado a la Universidad de Valladolid en 1945, donde realizó sus últimos diez años de carrera académica, convirtiéndose en el primer catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid. Begoña admiraba a su progenitor, un hombre adelantado a su tiempo, muy bien relacionado socialmente y que, además del francés, dominaba el inglés escrito y leía el alemán.

Ella también heredó el interés por aprender y cursó el Bachiller en Vera Cruz, aunque entonces debía examinarse para obtener el título en Valladolid. En la capital castellana tuvo que demostrar sus conocimientos para conseguir la titulación, ante los expectantes y orgullosos ojos de su padre, entonces catedrático.

Fue en 1964, fecha en la que se anunció la creación de los estudios de Asistencia Social en Vitoria cuando pudo hacer realidad su sueño. Fue la primera en matricularse. Los dos primeros años continuó con su trabajo como sanitaria en un ambulatorio de la Previsora, mientras por las tardes asistía a clases. Recuerda a la directora, la misionera, María Luisa Santa Fe y a sus compañeras de curso, con las que realizó prácticas en París. En la capital del Sena vivió una bonita experiencia personal y profesional junto a sus compañeras de aula: Laura Echevarria, Marisol San Martin, Tere López de Juan abad y Ana Lamas.

Begoña de Apraiz también recuerda su primero viaje a Buenos Aires, en un vuelo especial fletado para asistentes sociales de Europa, que le dio la oportunidad de conocer el país.   Cuando concluyó los estudios en la escuela, siguió trabajando en la Previsora, en el sector médico, pero ya como profesional de la asistencia social. Tras la jubilación, cultivó su alma viajera, recorriendo diferentes países. También entró a formar parte de dos asociaciones, la Asociación de Amigos del Camino de Santiago y la Asociación contra el Cáncer de Álava. Deportista y amante de la música, quiso seguir aprendiendo y optó matricularse en las Aulas de la Experiencia. Es, hasta el momento, la primera mujer que ha obtenido el título de Ciencias Humanas con 90 años. “Ha sido una experiencia maravillosa y he sido siempre muy bien acogida”, afirma.

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